24/8/11

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Lic. Dalila Ortiz
Psicologa Psicoanalista

26/10/10

Deje que su hijo hiperactivo se mueva

Si a un niño se le pide que resuelva una suma o explique qué es un monosílabo se moverá inquieto en su silla. Este ajetreo es un 'acto reflejo' que le permite fijar la atención y recurrir a su memoria. Ahora, gracias a un novedoso trabajo, se sabe que los menores diagnosticados de Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) son mucho más 'movidos' que los chicos que no padecen este tipo de trastorno cuando tienen que realizar determinadas labores.

El TDAH , que afecta hasta el 6% de la población infantil española, se caracteriza por dificultades para mantener la atención, hiperactividad o exceso de movimiento e impulsividad o dificultades en el control de los impulsos.

"Nuestros hallazgos ilustran de forma indirecta los comentarios de padres y profesores sobre cómo los niños hiperactivos 'no paran' cuando se involucran en ciertas actividades que, aparentemente, no requieren movimiento, cómo jugar al ordenador, al LEGO (juego de construcciones) o ver la televisión. Y cómo este ajetreo aumenta cuando hacen los deberes en casa o tienen que aprender alguna lección en al aula", comenta Mark Rapport, del Departamento de Psicología, de la Universidad de California (EEUU) y autor principal de la nueva investigación.

El trabajo, publicado midió de forma 'objetiva' los niveles de actividad de un grupo de 12 menores de entre ocho y 12 años diagnosticados de TDAH que fueron comparados con otros 11 chavales de las mismas edades pero que no padecían ningún trastorno mental.

A todos ellos se les aplicó unas muñequeras y tobilleras con sensores capaces de registrar su actividad motora. Los participantes fueron sometidos a pruebas fonológicas, problemas de matemáticas y de memorización.

"Colectivamente, los chicos con TDAH mostraban una actividad motora desproporcionada en comparación con los del grupo control cuando se les encomiaba alguna tarea en la que estaba involucrada la memoria. Este es el primer experimento que demuestra una asociación funcional entre el típico exceso de movimiento de los hiperactivos y la realización de tareas que involucran la memoria visual y verbal", declaran los investigadores.

Para los autores del trabajo, "este resultado indica que los hiperactivos necesitan moverse más para mantener los niveles requeridos de alerta mientras que realizan tareas que desafían el trabajo de su memoria".

No sólo. Los datos indican que "existen déficits en ambos tipos de memoria (visual y verbal) en chavales afectados por el trastorno en comparación con sus homólogos sanos".

Para Cesar Soutullo, director de la Unidad de Psiquiatría Infantil y del Adolescente de la Clínica de Navarra, "el estudio es muy interesante, porque ya sabíamos que los niños con TDAH tienen problemas en el sistema ejecutivo y en la memoria de trabajo que explicaba su inatención, pero lo importante es ver cómo la hiperactividad aumenta cuando los niños hacen tareas que tienen mucha demanda de atención (estudiar), pero no son tan hiperactivos si la tarea es menos demandante".

Este especialista argumenta que es "como si el sistema ejecutivo reducido en su capacidad les 'llegara' para atender o controlar la hiperactividad, pero no para hacer dos cosas a la vez. Esto es trascendente porque esta discordancia en la hiperactividad, según la tarea que se le encomiende, se suele interpretar como falta de voluntad, y se culpa al niño".

Tal vez por estos motivos, el investigador Rapport aconseja a los padres y a los profesores que utilicen "distintas estrategias para minimizar el esfuerzo que supone para estos niños trabajar con la memoria... como darles las instrucciones por escrito, utilizar notas para chequear si han realizado todas las tareas. Además, cuando estén haciendo las tareas en casa déjele que se levante o masque chicle.. A no ser que su comportamiento sea destructivo, limitar extremadamente su actividad puede ser contraproducente".

Trastorno límite de la personalidad

Impulsividad, sentimiento de vacío, miedo al abandono real o imaginario, relaciones interpersonales inestables, crisis de identidad e inestabilidad afectiva. Estos son los síntomas más característicos del trastorno límite de la personalidad, que aprisionan a más de un 2% de la población en una vida llena de sufrimiento. Un trastorno límite de la personalidad (conocido en inglés como "borderline") consiste en un patrón generalizado de inestabilidad en las relaciones personales, la propia imagen y las emociones, así como una intensa impulsividad.

El trastorno límite de la personalidad es una de las enfermedades mentales más frecuentes. Conlleva un importante sufrimiento, no sólo para la persona que lo padece sino también para sus familiares y amigos. Es necesario diagnosticarlo e iniciar un tratamiento para prevenir posibles conductas autolesivas que pueden acabar en un intento de suicidio. Las personas que lo sufren tienen serias dificultades para adaptarse a un trabajo o ser constantes en los estudios, a menudo tienen problemas con las drogas o el sexo compulsivo y sufren ataques de ira, entre otros.

Por todo ello, con frecuencia, se les "tacha" de gamberros o adictos. Este trastorno se reconoció de manera oficial como diagnóstico en 1980 y es difícil de detectar para los especialistas porque se puede confundir con hiperactividad, problema de abuso de sustancias o trastorno de ansiedad.

El problema está en la personalidad

El problema radica en la personalidad, que es la forma de actuar, la manera de relacionarse con el entorno e interpretarlo. De este modo, si no está bien construida, todas las áreas de la vida se ven afectadas y se tambalean. El trastorno límite de la personalidad se puede diagnosticar en la adolescencia, aunque lo más frecuente es detectarlo al inicio de la edad adulta, a partir de los 18 años, cuando la personalidad debería ser más estable. Es más habitual en mujeres (un 70% de los casos) que en hombres.

Sus causas no están definidas por completo. Por un lado, se cree que puede haber una vulnerabilidad biológica o un problema funcional entre las áreas cerebrales que regulan las emociones y las zonas más racionales. Pedro Yscadar, psiquiatra y analista del Hospital Sagrat Cor de Martorell (Barcelona), señala que "además suele haber una historia personal de experiencias traumáticas, padres negligentes o abusos sexuales".

Riesgos del límite

Las personas que sufren este trastorno son muy impulsivas, con gran inestabilidad emocional y que establecen relaciones de muchísima dependencia. Un dato alarmante es que uno de cada diez pacientes con trastorno límite de la personalidad se suicida. "Un intento de suicidio es uno de los principales motivos por los que acuden a urgencias -explica Yscadar-. A un afectado le deja la pareja y, en un impulso, por ser incapaz de controlar la frustación, se autolesiona. La autodestrucción es un peligro real".

La dependencia es otra de las señales características de este trastorno. Por eso sufren tanto si se rompe una relación o imaginan que alguien les puede abandonar. "Esa necesidad de los demás, sumada a su impulsividad e inestabilidad, provoca que sus relaciones sean muy conflictivas. Para ellos, todo está afuera. Se quejan de que los demás no les entienden, no les ayudan o no les dan lo que necesitan para estar bien", añade Yscadar. Esta dependencia de los demás lleva a numerosas personas a una búsqueda desesperada de sexo, pero no como un modo de sentir placer, sino para obtener una fusión emocional con el otro.

¿Es posible curarse?

Es difícil decir que una persona con trastorno límite de la personalidad está curada. En muchas ocasiones, el éxito consiste en reducir los síntomas para que la vida diaria del afectado mejore. "Si durante unos cinco años, un individuo no manifiesta síntomas, se puede decir que ya no es está enfermo", explica López. El tratamiento dialéctico-conductual dura un año, como mínimo, aunque la media de los tratamientos acostumbra a ser de dos a tres años.

Resulta más sencillo cambiar las conductas que los sentimientos, como las crisis de identidad o el sentimiento de vacío. Otro aspecto importante de la terapia dialéctico-conductual es que otros profesionales homólogos supervisan a los psicoterapeutas. "Por eso, esta terapia es dialéctica. Muchos pacientes tienen tales problemas de crisis y desrregulación emocional, que el psicoterapeuta necesita a otros profesionales para disponer de un apoyo y otros puntos de vista", indica López.

Casi el 80% de las personas con depresión y ansiedad siente algún dolor físico

El 78 por ciento en pacientes que presentan ansiedad y depresión sienten algún dolor físico, cifra que se reduce hasta el 59 por ciento de los pacientes que solo sufren ansiedad, según un estudio recientemente publicado en el 'Journal of Affective Disorders'.

Según el informe, desarrollado por diversos centros hospitalarios españoles, a pesar de que el 90 por ciento de estos pacientes había acudido a su médico de Atención Primaria al menos una vez en los últimos tres meses, en más del 60 por ciento de los casos su doctor no asoció este dolor con la ansiedad y la depresión.

"Los síntomas dolorosos pueden enmascarar el diagnóstico de depresión, sobre todo en el ámbito de la Atención Primaria", advierte el doctor Luis Caballero, del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda, y uno de los autores del estudio.

A su juicio, "el paciente acude a su médico de cabecera por dolores y quejas somáticas asociadas o formando parte de un cuadro depresivo y, generalmente, sólo recibe un tratamiento analgésico que resulta ineficaz".

El estudio, primero de estas características que se realiza en España y en el que han participado más de 80 médicos de Atención Primaria, analizó un total de 7.152 pacientes que acuden a Atención Primaria por cualquier motivo, de los cuales más del 13 por ciento (981) presentaba ansiedad generalizada, lo que confirma a este trastorno como la segunda enfermedad mental más frecuente en Atención Primaria. Asimismo, más de la mitad de estos pacientes (559) presentaba un trastorno depresivo mayor junto con el trastorno de ansiedad.

"El dolor y otros síntomas somáticos funcionales son muy frecuentes, tanto en la depresión mayor, como en el trastorno de ansiedad generalizada. Diversos estudios disponibles muestran que cuando coinciden ambos diagnósticos en un paciente la frecuencia de estos síntomas supera el 90 por ciento de los casos", señaló el doctor Caballero.

Además, "los síntomas dolorosos, incluso bien identificados como formando parte del síndrome depresivo, limitan la recuperación de un episodio depresivo y son responsables de que, en muchos casos, el tratamiento no consiga la remisión completa de la depresión, objetivo obvio del tratamiento antidepresivo". Por este motivo, "el resultado óptimo del tratamiento de un episodio depresivo es la remisión completa y precoz también de estos síntomas", afirma.

Los resultados del estudio demuestran que los síntomas somáticos dolorosos en pacientes con ansiedad generalizada se relacionan de manera directa sobre su funcionalidad, productividad y calidad de vida. De hecho, los síntomas dolorosos de estas patologías se asocian a una reducción en la productividad laboral de los pacientes en 1,5 días por semana.

La presencia de síntomas somáticos dolorosos se asoció a un significativo empeoramiento de la funcionalidad global del paciente, que incluía los niveles laboral, social y familiar. Asimismo, esto síntomas dolorosos se asociaron de manera directa a un empeoramiento de la calidad de vida de estos pacientes.

21/9/10

Padres poco comunicados con sus hijos

Hace poco me detuve a felicitar a una joven madre que llevaba a su hijo en cochecito. La mujer había estado hablando a su hija que apenas hablaba, a lo largo de toda la cuadra y le señalaba las cosas que veían, le hacía preguntas, como "¿qué color son esas flores?", y le contaba lo que iban a hacer cuando llegaran al parque. No es habitual que esto suceda en mi barrio, le dije. Muy a menudo, las madres y niñeras que veo están con sus celulares, las BlackBerry y los iPod, y no con los niños. No existían tales distracciones cuando mi esposo y yo pasábamos el tiempo con nuestros bebes, niños pequeños y preescolares. Al igual que esa joven madre, les hablábamos. Les leíamos y cantábamos con ellos. Y mucho antes de que hablaran, imitábamos sus sonidos y les hacíamos saber que los escuchábamos y les respondíamos. No soy la única alarmada por la moderna conducta de los padres. Randi Jacoby, especialista en habla y lenguaje de Nueva York, recientemente me dijo en un mensaje por correo electrónico: "Los padres han dejado de comunicarse con los niños pequeños, lo que hace que se pierda también el contacto visual, la expresión facial y, sobre todo, el feedback [retroalimentación], que es esencial para el desarrollo temprano de la comunicación. Los niños pequeños requieren tiempo y un feedback individual mientras luchan por formular palabras para elaborar su lenguaje y sus habilidades cognitivas. Las destrezas básicas no se están enseñando con el ejemplo, y la sociedad cae presa de la respuesta rápida a la que la generación de la computadora se ha acostumbrado. Sería necesario recordar a los padres la importancia de su modelo comunicativo". Por supuesto, no todos los padres están habitualmente desconectados de sus niños pequeños. Dos de mis amigas que tienen alrededor de 30 años y que tienen niños pequeños, les hablan y conversan con ellos continuamente. El consejo de Jacoby a los padres: "Recompense los intentos de comunicación de su pequeño prestando mayor atención a lo que diga. Esté listo para dejar su celular y mire al niño directamente a los ojos cuando comparte sus pensamientos con usted". La comunicación comienza en cuanto el niño nace. La manera en que se toca, sostiene y mira al bebe y cómo se le habla lo ayuda a aprender su lenguaje, y las diferentes maneras en que llora ayuda a los padres a aprender su lenguaje: "estoy mojado", "tengo hambre", estoy cansado", "me duele", "estoy abrumado", y así sucesivamente. "Hable con su bebe siempre que tenga la oportunidad", aconseja a los padres la Asociación Médica Norteamericana. "Aunque no entienda lo que se le dice, su voz calma y tranquilizadora es lo que necesita para sentirse seguro. Siempre responda al llanto de su recién nacido, no se lo malcría por prestarle demasiada atención." La Asociación Norteamericana del Habla, Lenguaje y Oído alienta a los padres para que redoblen sus esfuerzos de comunicación mirando al bebe e imitando sus vocalizaciones, risa y expresiones faciales. "Háblele cuando hace esto", sugiere la asociación. "Cuéntele adónde van a ir, lo que van a hacer cuando lleguen ahí, y a quién y qué van a ver." Uno podría decir cosas, como: "Ahora te vamos a poner las medias", "vamos a ir en el auto a ver a la abuela" o, "cuando lleguemos a la plaza, te voy a hamacar". Y nunca es demasiado temprano para presentarles los libros. Recuerdo a mi sobrina, que, a los 3 meses, se embelesaba cuando su madre le "leía" un libro de dibujos y le señalaba objetos, le comentaba sobre los colores y lo que hacían los diferentes personajes. Es lo mismo con los niños pequeños. Consejo de los expertos en habla: "Háblele mientras hace algo y va a algún lugar. Cuando lo lleva en cochecito, por ejemplo, señálele los objetos familiares y diga sus nombres. Use un lenguaje simple, pero con estructura gramatical. Amplíe con otras palabras. Por ejemplo, si el niño dice "auto" respóndale: "Sí, ese es un auto grande y rojo". No hablan, pero comprenden Recuerde que los niños que aún no hablan comprenden mucho más de lo que dicen. Uno de mis nietos tardó en comenzar a hablar. Cuando quería algo para tomar o comer, iba a la heladera o a la alacena y señalaba lo que quería. Nuestra tarea era preguntarle: "¿Querés agua o jugo?, ¿cereal o pasas de uva? Y esperábamos la respuesta. Cuando comprendíamos, reforzábamos el mensaje verbal y decíamos: "¡Ah!, Lo que querés es cereal". Evite palabras de bebe y la forma de hablar de ellos porque el niño que está aprendiendo a hablar se puede confundir. Enseñe a sus hijos las palabras y nombres correctos para las personas, cosas y partes del cuerpo, incluso "pecho", "pene" y "vagina". Si su niño utiliza una palabra infantil ("pa-pa", por ejemplo) se puede repetir, pero use también la correcta y diga "comida". Hagan juegos con las palabras, como "Itsy-Bitsy araña", y aliente a su hijo a realizar los gestos que acompañan y quizá también a decir algunas de las palabras. Cuente los escalones cuando sube una escalera. "Las habilidades matemáticas de mis nietos mellizos florecieron mucho antes de que pudieran hablar en oraciones porque viven en un tercer piso. A cualquier edad que su hijo comience a hablar, hágale saber que está interesada en lo que está diciendo, al repetir y ampliar lo que dice y al pedirle que repita lo que dijo si no lo entendió. Haga preguntas que requieran de una elección, como "¿querés leche o jugo?" o ¿querés caminar o ir en cochecito? Ayude a ampliar el vocabulario de su hijo al hablarle de lo que se puede hacer con varios objetos y explicándole por qué un determinado alimento ayuda a tener un cuerpo sano. Cante canciones, recite rimas infantiles y aliente a su hijo a completarlas con algunas palabras. Cuando lean un libro juntos, lo que debería ser una actividad cotidiana, pídale que nombre o describa los objetos o que hable sobre lo que hacen los personajes. Evite la frustración verbal. Cuando sus hijos traten de hablarle, présteles toda la atención posible. Y antes de hablarles a ellos, asegúrese de que estén atentos.

Miedo a la risa ajena

Una de las causas de esta fobia es haber sido ridiculizado de forma repetida durante la infancia o la adolescencia. Reír mejora la salud. En algunos casos, sin embargo, puede suceder todo lo contrario. Un 2% de la población sufre gelotofobia o miedo a que se rían de ellos. Algunos de los síntomas son: sudoración, inseguridad, timidez, tristeza, mareo, temblores, preocupación excesiva, e incluso, aislamiento social o depresión. Gelotofobia proviene del griego "gelos" (risa) y "fobos" (miedo). Se sabe poco de este nuevo concepto, que se refiere al miedo a la risa ajena. Se la considera una fobia extraña. Es difícil encontrar literatura acerca del tema, ya que los estudios se iniciaron en 2008. Esta fobia se nombró por primera vez en España, en el Simposio sobre "Humor y Risa: Teoría, Investigación y Aplicaciones", en la IX Escuela Internacional de Verano celebrada en la Universidad de Granada el año pasado. El problema de las personas afectadas de gelotofobia empieza cuando oyen a alguien reír. Asocian esta reacción con hacer el ridículo y la consideran un ataque. Esta sensación afecta al 2% de la población, sobre todo, personas jóvenes. Los principales efectos son: miedo social, inseguridad, timidez, tristeza y vergüenza. Incluso son posibles síntomas psicosomáticos como rubor, mareo, temblores, problemas del habla o pérdida del conocimiento. Eludir situaciones vergonzosas

Las personas susceptibles llegan a sufrir ansiedad, por lo que evitan determinadas situaciones y su vida social se puede ver perjudicada. Un estudio publicado recientemente en la revista "Humor" se planteó encontrar un modo válido de evaluar el miedo a la risa ajena en diferentes culturas. La investigación, respaldada por profesionales de 73 países coordinados por la Universidad de Zurich (Suiza), dio con una solución.

El afectado evita determinadas situaciones que alteran su vida social

Los autores del estudio proporcionaron a 93 científicos un cuestionario (traducido a 42 idiomas) para conseguir una muestra de 22.610 personas. Con esta consulta se averiguó quiénes sufrían gelotofobia y la magnitud de las diferencias culturales, claves en cualquier tratamiento psicológico.

El análisis se centra ahora en descubrir el modo de evitar este miedo, que clasifica a las personas en dos grupos: quienes ocultan a los demás la falta de confianza en uno mismo o creen que son graciosos de manera involuntaria (reacciones de inseguridad) y quienes evitan situaciones que provocaron con anterioridad que se rieran de ellos.

Aunque este fenómeno se repite en todas las culturas, el estudio destaca ciertas diferencias. Los habitantes de Camboya y Turkmenistán experimentan, en su mayoría, reacciones de inseguridad. Por otro lado, en Irak, Egipto y Jordania se evitan situaciones en las que se sintió risa ajena. En España se tiende hacia el polo de la inseguridad, Finlandia es el país donde menos personas sufren esta fobia y el 80% de los encuestados en Tailandia confirmaron alguno de los síntomas.

Complejo de inferioridad

La gelotofobia se considera un fenómeno específico de la vergüenza, que se experimenta en fases tempranas (prelingüística) de la socialización. Como causa general del miedo a la risa ajena se consideran repetidas vivencias traumáticas, en referencia a la sensación de "haber hecho el ridículo" o "haber sido ridiculizado" durante la infancia o la adolescencia. Para quien las padece, son habituales durante el proceso de la formación de identidad.

Por este motivo, y porque la fobia se debe sobre todo a momentos vividos durante la infancia, es importante que los progenitores se fijen en algunos comportamientos. En el caso de los errores infantiles, estos no deben castigarse, por norma, a través de una humillación. Privarles de atención, cariño o burlarse de ellos de modo sarcástico puede llevar a sentimientos de vergüenza e inferioridad. El sarcasmo es un medio poderoso para castigar o controlar el comportamiento, pero algunos menores que son objeto de mofa o ridículo de forma constante desarrollan un comportamiento defensivo y tímido.

Una familia demasiado cerrada también puede dificultar la socialización de los hijos con grupos de amigos. La integración en estos grupos no se hace de forma natural y libre, por lo que se generarán situaciones difíciles en el proceso de adaptación. Estas dificultades se reflejan con momentos de estrés que se manifiestan en forma de torpeza, tensión y comportamiento ridículo.

OBJETO DE LA RISA

Una de las principales formas de cohesión en grupos de jóvenes es la risa. En esta edad, "lo diferente" da miedo, ya sea por ignorancia o por desconocimiento. El adolescente considerado "raro" es quien no sigue las normas del grupo, las características de unión. Los motivos son casi siempre los mismos, como las diferentes preferencias de música o vestir de un modo diferente al resto. Estos contrastes provocan la impresión de ridiculez en los miembros del grupo que conocen y siguen estas normas. La agradable sensación de satisfacción que provoca la pertenencia a la mayoría se exterioriza mediante la risa de quien no sigue las normas. En situaciones extremas, cuando estas actitudes tienden a ser agresivas, intencionadas y repetitivas, culminan en el acoso escolar (bullying). La intimidación hará sentir a la víctima dolor, angustia, miedo o consecuencias devastadoras, como quitarse la vida.